Textos elegidos de libro de Dane Rudhyar: "Ciclo de las lunaciones"
La Astrología, el tiempo y los ciclos.
La Astrología, una técnica para el estudio de los ciclos vitales.
La Astrología se puede definir como una técnica para estudiar los ciclos vitales. Su principal propósito es establecer la existencia de estructuras regulares en la secuencia de los hechos que forman parte de la experiencia adquirida interior y exteriormente por el hombre; además, sirve para utilizar el conocimiento de estas estructuras para poder controlar o darle un significado a estas experiencias. Una persona adquiere el dominio conforme va aprendiendo a controlar el génesis, el desarrollo y la periodicidad de sus experiencias. Esta es la meta que pretende alcanzar el "adepto" o el científico, una meta que consiste en cronometrar con precisión las acciones y saber ajustarse alas reacciones inesperadas. Por otra parte, conforme le da el hombre significado a sus experiencias, remitiéndose a sus propios ciclos personales e individuales o a los ciclos colectivos en general, va desarrollando una actitud consciente e inclusiva hacia la vida, adquiriendo así comprensión y sabiduría, las metas del filósofo. Desde luego, se puede decir que el estudio de los ciclos –es decir, de las actividades periódicas en la naturaleza (ya sean humanas o de otra índole)– es la raíz de todo conocimiento importante y significativo, ya sea de tipo científico y filosófico. Y el estudio de los ciclos es ni más ni menos que un estudio del tiempo.
Ha existido mucha confusión innecesaria en lo que se refiere a la naturaleza del tiempo. Y la confusión se origina principalmente en el no saber diferenciar entre el tiempo "genérico" y el tiempo "individual". El tiempo genérico — o lo que es lo mismo, el tiempo objetivo — es el tiempo que se mide por el calendario y por los relojes; es el tiempo que hace que el campesino pueda arar la tierra y recoger la cosecha y el tiempo que establece el ritmo normal y natural de las funciones biológicas en los cuerpos humanos. Es el molde que condiciona las actividades de los seres humanos. Al igual que las actividades sociales y las reacciones cotidianas que tiene cualquier persona hacia la vida se ven condicionadas por las tradiciones culturales y religiosas ypor las leyes de su país, igualmente, las actividades genéricas del hombre y su sentido objetivo del tiempo están estructurados por los ciclos celestiales, en un nivel todavía más básico. Esto último no sólo sirve para "medir" el tiempo; es la sustancia misma del tiempo genérico. Y la característica fundamental de este tiempo, que salta a la vista perfectamente, es que es cíclico, y lo es porque viene establecido por los cambios periódicos que ocurren en el entorno cósmico de la humanidad, es decir, establecido por las actividades ordenadas de las totalidades cósmicas, de las cuales nuestro mundo es sólo una parte muy pequeña.
Además de este tiempo objetivo, válido para todos los seres humanos, existe un tiempo individual que todos los seres humanos experimentan como una duración subjetiva. Se experimenta como un sentimiento psíquico orgánico, normalmente inconsciente y totalmente personal, que depende del ritmo más o menos individualizado del que lo experimenta y de las condiciones particulares de cada uno que no pueden duplicarse. La duración subjetiva es un resultado o un, producto del estado de la totalidad orgánica. Es la expresión del ritmo particular de un todo orgánico particular funcionando realmente como un todo y no solamente como parte de una totalidad mayor.
Si observamos el nivel de la vida estrictamente animal, veremos que en él la duración es más una expresión del ritmo de la especie entera que del ritmo de un especimen particular; el motivo de esto es porque las características individuales residen en la especie entera y no en los organismos individuales que manifiesten las características biológicas de la especie. Sin embargo, en el caso de los seres humanos, conforme empiece a operar el proceso de individualización y conforme desarrolle un hombre o mujer particular características cada vez más individuales (por tanto relativamente únicas), biológicas y sobre todo psicológicas, el tiempo "individual" empieza a sentirse y-notarse. Sentido al principio de la manera poco definida y casi conmovedora en la que los primeros anhelos de la adolescencia alcanzan la consciencia, esta sensación de duración subjetiva se hace cada vez más aguda cuanto más funcione el ser humano como individuo independiente. En los momentos de gran tensión emocional, en los que uno se siente vivir o "morir" intensamente, es cuando despierta este hecho latente; pero también se han ideado deliberadamente técnicas para inducir y acelerar dicho desarrollo interior. El yoga hindú es un ejemplo típico de ese esfuerzo consciente de individualizar el tiempo. El resultado se obtiene mediante el control de las energías orgánicas y también mediante un nuevo enfoque del ego.
La coexistencia del tiempo objetivo y la duración subjetiva en la conciencia del individuo produce en cierto momento de la evolución personal un profundo conflicto interior. Este conflicto es paralelo a, y a la vez constituye, una función de la lucha entre los factores colectivos e individuales de la personalidad; entre el deseo de seguir o de tomar parte en las estructuras colectivas y sociales, y el querer expresar la identidad personal de uno mismo; entre la comprensión innata de que uno es una parte de un gran todo (sociedad o humanidad) y el sentimiento más íntimo de que uno es un todo, único e independiente.
La Astronomía y todas las ciencias exactas tratan solamente del tiempo objetivo — el tiempo cronometrado — regulado por un criterio universalmente aceptado. Este criterio es fundamentalmente el día sideral, es decir, el periodo entre dos vueltas sucesivas de una estrella al meridiano, o el tiempo necesario para que se efectúe una rotación completa diaria de la tierra alrededor de su eje.
La Astrología, por estar basada en datos astronómicos, también trata del tiempo objetivo y de sus ciclos. Pero la Astrología no es sólo un estudio de ciclos celestiales en sí mismos; se trata de una técnica de interpretación del significado de estos ciclos en referencia a las posibilidades de crecimiento de los individuos. No tiene por meta solamente el decir qué pasará en un momento determinado del tiempo objetivo. Su motivo esencial, cuando es fiel a su función más elevada y verdadera en los asuntos humanos, es indicar las posibilidades para el desarrollo individual inherente a los puntos decisivos que-forman parte del ciclo de una vida humana. No trata ni deberá tratar de las obligaciones que nos impone el destino cósmico y genérico, sino de las oportunidades que tiene el individuo para emerger del molde del tiempo objetivo que le estructura rígidamente a la libertad creativa de la duración subjetiva. La Astrología puede entenderse como una técnica para descubrir la estructura individual de la forma de ser de cada uno. Y esta estructura es el cimiento de la inmortalidad individual, porque la inmortalidad le da a cada uno el poder de vivir el mundo creado por cada persona y el poder de mantener intacta la estructura de ese mundo (además de tener los poderes mentales creativos firmemente establecidos), incluso contra el trauma de la desintegración del organismo biológico, lo que nosotros llamamos muerte. La inmortalidad es la victoria de la duración subjetiva sobre el tiempo objetivo. Es el triunfo de la conciencia de ser un todo con una identidad única sobre la conciencia de ser meramente una parte de la raza humana, sujeta a las estructuras genéricas y sociales de vida y de comportamiento.
La carta natal individual erigida para el momento exacto en que comienza la existencia independiente como órgano viviente (o sea, el primer aliento o inspiración) es un símbolo cósmico de la estructura individual de la persona, ¡pero el astrólogo tiene que ser capaz de reconocer ese hecho como tal! Si piensa en la carta natal come! fuera una mera lectura del reloj del tiempo objetivo de un momento particular, si suma las posiciones del Sol, la Luna y los planetas como un hombre, que mirando a un reloj, lee la hora, los minutos y segundos; entonces, lo único que descubre el astrólogo es la suma total de los impulsos que debe afrontar el recién nacido según las leyes de acción y reacción de su naturaleza humana genérica. Entonces, en ese caso, el recién nacido es visto meramente como una combinación de energías naturales, de tendencias ancestrales y de alianzas inevitables con las estructuras del entorno.
Si, por otra parte, el astrólogo puede visualizar la carta natal completa como una estructura individual e indivisible que revela el potencial de manifestación de una identidad única y original, que crea su propia duración subjetiva y que puede establecer el comienzo de su propia era, punto en que nace su inmortalidad, entonces el astrólogo puede realizar una función espiritual. Evocará la imagen de la totalidad de la persona cuya carta natal estudia. Esto es un acto espiritual, porque el espíritu trata sólo con totalidades. El espíritu es el todo de toda totalidad viviente; y es, al operar, aquel que siempre tiende a reestablecer la totalidad, el equilibrio, la armonía, la integración, la salud, la plenitud del ser, dondequiera que esté la conciencia de la carencia, de la necesidad, de grandeza que todavía no se ha llevado a cabo, de plenitud todavía por alcanzar... y, a la vez, la fe que sola puede abrir las puertas de la estructura vacía a la corriente rápida de la abundancia espiritual.
Donde existe el contacto sexual entre entidades masculinas y femeninas, ocurren variaciones impredecibles y se rompe el determinismo del tiempo objetivo. En ese momento los ciclos dejan de ser producidos por el desarrollo progresivo de un impulso que se va propagando por un vacío abstracto. Parten con una relación, y lo que mide el ciclo es el despliegue de esta relación más factores. En este proceso de despliegue es cuando Nuevo creador, o en cualquier caso puede ocurrir. Por lo tanto los "ciclos de relación" son ciclos que comienzan con la "conjunción de dos cuerpos celestes móviles, alcanzan su culminación con la "oposición" entre estos cuerpos móviles, y llegan a un fin al formarse una nueva conjunción. Esta nueva conjunción no ocurre en el mismo punto exacto del cielo en que se formó la anterior, porque ninguna relación es estática. Tiene que ser o bien progresiva o bien regresiva.
El sexo, sin embargo, como productor de un ciclo de relación entre dos unidades polares, sólo es el comienzo del trabajo del espíritu universal. El sexo es la conjunción de dos líneas de evolución con el fin de hacer surgir nuevas variaciones biológicas y psicológicas. Pero con el tiempo, esta unión de dos líneas no es suficiente. Muchas más líneas deben alcanzar un estado de confluencia. Al ocurrir esto, se alcanza un nivel más alto de libertad, de indeterminación y de expresión espiritual.
Este es el nivel de las verdaderas "Hermandades espirituales", el nivel en el que "confluyen" las entidades individuales humanas que han alcanzado su libertad, pudiéndose separar de la presente vibración de la masa humana, uniéndose en una corriente caudalosa; un grupo vasto de seres humanos que son capaces de crear el "siguiente paso" en la evolución humana. Pero también es el nivel de todas las actividades verdaderamente `orgánicas", las actividades del cuerpo humano, o de una personalidad, con su polifonía de funciones actuando simultáneamente.
Cada uno constituye un centro orgánico incluido en todo el organismo del hombre fisio-psicológico. Cada uno tiene su propio ciclo de posiciones, si uno quiere analizarlo como un factor separado que se incluye en el esquema fijo de las casas natales o del zodíaco; sin embargo, estos ciclos de posiciones son sólo entidades abstractascon la única finalidad de servir para el análisis. La realidad de la carta natal es la confluencia de los ciclos de todos los planetas, de la que nace el "acorde de la personalidad". Este acorde es el Nombre espiritual de la persona. Define la estructura de su individualidad y su ciclo de desarrollo.
La humanidad funciona esencialmente en dos esferas. Nos referimos a ellas como la esfera de la "vida" y la esfera de la "identidad individual". Al decir "vida", me refiero a la capacidad instintiva inherente a todo ser de producir otros seres iguales que él con características orgánicas similares siguiendo un molde genérico común a muchos de tales seres. Y yo defino la identidad individual como la capacidad de un organismo de retener su estructura única e individual como entidad propia y de perpetuarla simbólica o realmente, a través de una serie de manifestaciones producidas conscientemente. Existe la perpetuación simbólica en el caso del artista, el inventor o el estadista quien se refleja a sí mismo y proyecta a su personalidad a través de algún logro social que dure eternamente. Esto es "la inmortalidad social", existente dentro del proceso de civilización. La inmortalidad se convierte, sin embargo, en un hecho real si el individuo tiene la capacidad de retener la plena consciencia y la estructura de su propia identidad individual incluso después de que la muerte desintegre su organismo físico; y para esa finalidad se idearon originalmente todas las prácticas espirituales.
Dicho de otra forma, los seres humanos viven siguiendo dos tipos básicos de impulsos. Las personas obedecen al primer tipo cuando buscan, instintivamente y bajo la compulsión emocional y orgánica, reproducir sus características raciales en una progenie física. Se sienten incitados por el segundo tipo de impulso cuando buscan conseguir la responsabilidad y fama social, o algún tipo de inmortalidad individual. La línea divisoria entre los dos tipos se encuentra muy lejos de estar claramente definida, sin embargo, existe a pesar de todo, y sirve para definirlas dos esferas de la actividad humana y las dos categorías esenciales de metas humanas. El poder de la "vida" opera en el inconsciente; pero el afán de perpetuar la "identidad individual" de uno mismo implica una actividad consciente y unas decisiones tomadas deliberada e individualmente. Por una parte, el instinto vital es de naturaleza compulsiva, es exclusivo en sus operaciones y arraigado en la actividad orgánica y glandular. Por otra parte, el logro de la inmortalidad individual exige el reconocimiento de la libertad individual y la aceptación de la responsabilidad asumida conscientemente dentro de los límites impuestos por la estructura mayor de la humanidad vista como un todo, cualquiera que sea la manera en la que el individuo se imagine mentalmente esta "estructura mayor" según su filosofía o religión.
Se puede decir que la carta natal revela la semilla potencial de la propia inmortalidad. Pero sólo lo hace si el esquema celeste entero del nacimiento se toma como el principio de un ciclo nuevo y complejo, como el comienzo de una era individual. Si cada cuerpo celeste se estudia solamente en relación al lugar que ocupa dentro de su propio ciclo de revolución zodiacal, entonces no se está hablando de ningún comienzo individual real, sino meramente de un momento entre una infinidad de otros momentos dentro de la extensión eterna del tiempo objetivo. En ese caso, además, la persona que se ve representada a través de la carta natal es considerada como un ser humano entre los millones que nacen y mueren como partes de la especie humana, sin poder para perpetuar sus propias identidades aún inmaduras. Todo nacimiento humano puede ser el "comienzo de una era", en lo que se refiere a la duración individual subjetiva, para la persona que nace; de lo contrario, sólo es un instante efímero y fugaz dentro del ciclo vasto del tiempo objetivo que empuja a todos los seres humanos hacia alguna meta evolucionaria distante.
Como expuse anteriormente, hay dos niveles básicos de relación; el de la relación entre dos personas compenetradas, que comienza con el sexo y crece a través de muchas octavas de armónicos, y el nivel de la operación orgánica y múltiple en grupo, que en el terreno espiritual más elevado, se convierte en una relación de grupo de individuos inherentemente libres y condicionados espiritualmente, agrupados en una Hermandad espiritual o "pleroma".
La relación entre dos personas compenetradas se ve simbolizada por el ciclo de las lunaciones; en ella el terreno de la vida alcanza su culminación. Esta relación bipolar, inconsciente en los reinos vegetal y animal, se hace consciente en el hombre. Y al hacerse consciente, al transformarse el sexo compulsivo en algo sublimado y transfigurado en amor individualizado, libre y claro, el principio de afinidad alcanza su primera etapa de realización. El espíritu se realiza a través de una dualidad esencial.
Se realiza a través de la multiplicidad orgánica en el cuerpo humano que funcione perfectamente, que cuando se encuentra en el nivel más alto de la consciencia, se convierte en el místico Cuerpo de Cristo, la "humanidad del último día" perfectamente organizada, en el cual todos los individuos actúan por y según el espíritu, irradiando el poder del espíritu de la misma manera en que las estrellas irradian luz. Y el ciclo como un todo, y sus constelaciones, son los símbolos astrológicos de esta consumación.
La estructura del ciclo de las lunaciones La relación entre la Luna y el Sol sigue un esquema ondular de aumento y disminución de luz, o de separación de ida y vuelta al Sol. El ciclo empieza con la Luna nueva, cuando la Luna se ve perdida en el brillo del Sol. Un día o dos más tarde, el fino creciente de la Luna aparece en el cielo occidental tras la puesta de Sol. Al llegar al "cuarto creciente", la Luna está a su mitad y se eleva en el cénit en el momento de ponerse el Sol. La distancia zodiacal entre las dos Luminarias sigue aumentando mientras la Luna también se ve incrementada en tamaño y luz, llegando así al punto en que la salida de la Luna en el este coincide con la puesta del Sol en el oeste. Los rayos del Sol poniente recorren la superficie de la Tierra-para reflejarse en el espejo lunar. Por el hecho de estar completamente distante y sin embargo, cara a cara con el Sol, la Luna se ha convertido realmente en un ente de su "misma categoría".
Ella puede liberar la plenitud del Sol durante la noche a las criaturas terrestres que ahora pueden recibir la "idea-semilla" solar en su perfección, que pueden estar en comunión con el Sol asimilando la plenitud de la eucaristía lunar. Entonces, como si a causa de su regalo a la tierra, la Luna, gradualmente desposeída de su luz, parece hacer más lento su movimiento para poder acercarse más al Sol, ansiando su resplandor. En la fase del "cuarto menguante", se la ve en el cenit a la vez que el Sol va saliendo. La atracción hacia el Sol, cada vez más fuerte, la obliga a salir cada vez más tarde cada noche, hasta que, aproximadamente tres días antes del final del ciclo, ella sale a la vez que la aurora empieza ya a darle color al cielo oriental. Durante los días siguientes ya no se le ve, perdida en la luz exaltada del Sol. Ella está en comunión con el Sol, para ser una vez más abastecida de la potencia de la luz, para que pueda hacer otra vez de ella un regalo para las criaturas terrestres.
Esta historia poética y simbólica de la lunación puede ser resuelta, en términos geométricos, en una serie cíclica de valores angulares. Esta relación Sol-Luna puede medirse en términos de grados y minutos de arco, y esto nos da las frías matemáticas de los aspectos astrológicos. Los términos "aspectos" y "fases" son intercambiables, ya que a ambos se les puede dar un significado o bien sensorial o bien abstracto y algebraico. El diccionario define "fases" como: "los distintos aspectos luminosos presentados por la Luna y varios de los planetas siendo denominadas como fases las varias extensiones de superficie visible desde la tierra". Y el significado abstracto surge como el siguiente: "en el movimiento uniformemente circular o en un ciclo de cambios periódicos, "fa se" define el punto o etapa en el periodo hacia el cual ha avanzado la rotación u oscilación, considerado en su relación con respecto a una posición reconocida o con el instante supuesto del co mienzo".
El ciclo de las lunaciones es un "ciclo de cambios periódicos" pero, recordemos, de cambios en la relación Sol-Lunar, y no en la posición de la Luna con respecto a un punto teóricamente estático (tal como podría ser una "estrella fija"). El "instante supuesto del comienzo" del ciclo de las lunaciones es la conjunción del Sol la Luna, en cuyo momento la distancia en long tud entre los dos cuerpos celestes es de cero grado. El instante de distancia máxima entre ellos (180 grados) es la oposición. La Luna aumenta simultáneamente su luz, su superficie aparente y su distancia con respecto al Sol durante su periodo creciente, desde la conjunción hasta la oposición, luego decrece igualmente durante el periodo menguante, desde la oposición hasta la conjunción. La oposición constituye la cresta del esquema ondular Sol-Lunar; la conjunción indica e seno.
Entre estas dos fases, los aspectos físicos más típicos de la Luna se conocen por los nombres de "Luna creciente" y "cuarto creciente y cuarto menguante" de la Luna. Tienen lugar tanto en el periodo creciente como en el menguante. La Luna creciente se ve de modo más característico aproximadamente dos días después de la luna nueva. Lo que le da más importancia a esta fase creciente es el hecho de que se puede ver normalmente (en cielos despejados) una tenue imagen del disco entero de la Luna como una continuación de la forma creciente. Por tanto, la media Luna o Luna creciente (expresión que proviene de la raíz etimológica que significa "la que crece") nos da, por decirlo así, una promesa de la Luna llena, una anticipación de la plenitud de la luz que tiene que venir. Sin embargo, esta luz, en la fase creciente, es luz solar reflejada por la tierra sobre la Luna. Es el "brillo de laTierra". Hablando simbólicamente, esta luz es la luz que Ie llega hasta el adolescente desde los ideales o propósitos colectivos (genérico -culturales) de su raza. No es el espíritu directamente "solar" (es decir, individualizado), sino el espíritu mientras alcanza la consciencia individual a través de un doble reflejo. Es el espíritu como revelación colectiva inconsciente inherente a la "naturaleza humana".
En el periodo menguante de la Luna, la imagen creciente es invertida (esta vez mirando hacia el este), y al punto alcanzado a esta imagen típica – por sustracción de la luz, en estaocasión – se le ha dado el nombre, en las escuelas alquímicas de astrología; de "Luna balsámica", un término cuya derivación no se conoce. Esta fase de la Luna menguante simboliza en cierto sentido, la liberación final de la semilla del ciclo, que está a punto de finalizar. También representa la entrada de la Luna en el santuario del reino solar, y al entrar, ella le trae al Sol, por decirlo así, las nuevas "necesidades" de la tierra. Ella es la madre, o querida, que le suplica al espíritu divino en nombre de las criaturas terrestres confundidas y que se están desintegrando.Ella es la penitente pidiendo piedad, la monja ofreciendo sus oraciones por el bien de la humanidad perdida en el pecado. Ella es el incienso (¿"bálsamo"?) u oración que se eleva al Sol, pidiendo una nueva revelación, un nuevo Mesías, una nueva efusión de espíritu y de luz a través de una nueva estructura lunar, un nuevo cuerpo, una nueva imagen de la realidad, un nuevo concepto para resolver las dudas e incertidumbres del hombre que siempre se repiten.
El hecho de que la Luna y el Sol representan dos órdenes de vida totalmente antagonistas e irreconciliables es la gran ilusión. Es el espejismo de separación que enfrenta la mente (la Luna) con el espíritu (el Sol), el ego (una estructura psíquica cuya finalidad evolutiva es desarrollar una claridad objetiva de la consciencia a través de las diferencias individuales) con lo espiritual en cada uno (un poder de integración que busca la mayor inclusividad posible). Esta ilusión de separación destruye la esencia vital de la relación, aunque permanezcan las formas externas como caparazones. Es la negación de la afinidad. Y la mente que se impregne de ello sólo puede ver al Sol y la Luna como si fueran dos factores extraños, separados y siempre conflictivos – cada uno con su propio "ciclo de posiciones" independiente – en vez de considerarlos como co-participantes en un verdadero "ciclo de relación", la lunación. Este tipo de "visión" o creencia constituye el primer paso en el camino hacia la desintegración y destrucción, donde el odio viene a reemplazar al amor, donde el ego establece en sí mismo una corriente de fuerzas que a la larga hace que se corte la conexión entre el ego y uno mismo,entre el intelecto y la mente espiritual. Este es el llamado camino "negro"; porque este camino destruye a ambas Luminarias...separándolas. Convierte en ineficaz la energía solar, y hace que las estructuras construídas por el ego-mental lunar se queden espiritualmente sin vida. Lo que está sin vida espiritualmente es como un oscuro abismo. Se dice que "La Naturaleza odia a lo vacío"; y la verdad es que algunas clases de energías pronto se arremolinarían, invadiendo, atraídas por y hacia este vacío, las energías que representan la decadencia de una sustancia terrestre privada de luz, a menos que un agente protector superior establezca un estado aséptico.
Podríamos añadir aquí que existe una práctica astrológica que aísla completamente, con fines de análisis, a los varios elementos de una carta y sólo considera a los "ciclos de posiciones", en vez de concederle importancia a los "ciclos de relación" que constituyen la única realidad vital; estas prácticas nos proporcionan un símbolo de intelectualismo destructivo a la larga. Es, en realidad, un tipo de astrología "lunar". El astrólogo que, por el contrario, proceda desde el punto de vista del espíritu, comienza y termina usando la afinidad de todos los factores contenidos en la carta natal, con la imagen total y "holística" de la unidad.
Visualiza el "Nombre" de la persona o situación cotidiana en un acto de percepción intuitiva y no se dedica a deletrear meramente letras que no se pueden conectar. Sin embargo, al decir esto, no pretendo separar los valores solares de los lunares, la percepción holística de la disección intelectual, la síntesis en el significado de la diferenciación a través del análisis. Simplemente señalo una condición que ilustra la distinción básica entre las aproximaciones positivas y negativas al conocimiento. Es en las simbólicas "lunas llenas" de la evolución humana donde se ven estas dos aproximaciones en el contraste más claramente posible. Pero a este contraste no hay que considerarlo como una glorificación del Sol y una depreciación de la Luna, oponiendo lo solar a lo lunar, en el sentido de que haya una enemistad irreconciliable entre los dos. El acercamiento negativo es aquel que cree en esta enemistad irreconciliable entre las fuerzas lunares y solares, e incluso más en la absoluta falta de relación entre ellas. El acercamiento positivo, por otra parte, le da constantemente más importancia a la afinidad entre el Sol y la Luna dentro del marco de su relación (el ciclo lunario), además de intentar construir en el hombre (psicológicamente hablando) la facultad para relacionar siempre el carácter lunar de las estructuras psíquicas de la conciencia (egomental) con el poder solar de la voluntad y finalidad espiritual de uno mismo. Sólo es como resultado de tal relación el que el significado creativo se desarrolle dentro de la persona realmente individualizada e integrada.
El desarrollo del "significado creativo" ocurre simbólicamente durante el periodo menguante de la lunación. La Luna llena le trae a la personalidad del hombre, condicionado por la tierra, una visión nueva, una revelación, un sentido de cumplimiento y de finalidad renovada, por supuesto, si se le afronta de una manera positiva. Pero la nueva imagen y la nueva realización orgánica de la vida no son fines en si mismos. Sólo representan la culminación de un proceso; pero el proceso en si, como ya vimos, sólo es el medio para conseguir un íin, un fin creativo. Al nivel fisiológico este fin creativo es la liberación de una semilla biológica que perpetúa la vida. Al nivel psico-mental, la meta es la diseminación de la idea concebida, de la imagen contemplada.
Es la incorporación del "significado" de la idea y la imagen al lienzo de la sociedad y de la civilización. Este es el deber del hombre. El Sol libera su emanación espiritual en la Luna llena; pero esta palabra creadora no la pueden usar directamente las colectividades humanas. No se trata de una estructura concreta. Sólo es una vibración, un impulso rítmico, un "tono". A lo largo de la mitad creciente del ciclo de las lunaciones este "tono" se encarna progresivamente en estructuras lunares; y en la Luna llena brilla con una gloria tibia en el cielo nocturno de la conciencia humana, dominando con su brillo a las estrellas distantes – al igual que los conceptos intelectuales dominan a las intuiciones espirituales radiantes, aunque muy remotas, de la mente primitiva. Cae bajo la responsabilidad del individuo hacer de la imagen de esta Luna llena la suya propia. El tono solar se convierte en una realización vital sólo en el hombre al mismo tiempo en que el'individuo consigue integrar el ritmo polar del Sol y la Luna, del espíritu y la mente. Pero esto no es el final. Es sólo el principio del período humano del ciclo.
Durante la última mitad de la lunación, el hombre tiene que hacer conscientemente lo que ha conseguido hacer el espíritu en la oscuridad inconsciente de la fase de la Luna nueva. El hombre, como individuo consciente, tiene que fecundar a la sociedad. Tiene que diseminar la semilla de la futura civilización. Tiene que construir el estado del mañana. Ahora él es la Luna iluminada por el Sol, la relación creadora y compenetrada entre dos entes. Tiene que desprenderse de su luz para satisfacerla necesidad de su gente, su raza, la humanidad en conjunto. Al menguar la Luna en el cielo, desaparece el individuo iluminado para formar parte de su progenie espiritual. La luz del civilizador está siendo absorbida por el lienzo de la nueva civilización, la nueva Tierra.
Todos los ciclos de relación se dividen en dos hemiciclos. El hemiciclo creciente es un periodo de actividad emanada del espíritu o genérico-instintiva que presencia el triunfo de la "vida". El hemiciclo menguante es un periodo de liberación de significación creadora, individual, consciente y controlada por el hombre, o puede ser, por el contrario, en un sentido negativo, un periodo de desintegración gradual de los vehículos materiales. El significado clave de la primera mitad del ciclo es que la acción es espontánea e instintiva; el significado clave de la segunda mitad es el crecimiento consciente de la significación y del carácter inmortal, y el único tipo verdadero de crecimiento consciente implica el com partir la significación y la valía con los demás a través de la formulación adecuada, ya que ningún individuo puede conseguir la inmortalidad verdadera (personal o social) a menos que sea como participante en la actividad de alguna entidad inmortal y global.
Así entendido, tanto la Luna nueva como la Luna llena representan, por tanto, comienzos. La Luna nueva es el punto que inicia el terreno de la "vida", la Luna llena abre el terreno de la "identidad espiritual" y de la inmortalidad individual del hombre. Contando desde la Luna llena, tomándola como punto de inicio, los valores angulares de la relación Sol-lunar son los mismos que interpreté cuando se tomó a la Luna nueva como el punto de inicio. Pero ahora los aspectos computados a partir de la Luna llena representan los valores humanos y conscientes, mientras que los que eran calculados a partir de la Luna nueva se referían a un proceso que intentaba formar la toma de consciencia aunque procedente del "tono" inconsciente liberado por el Sol.
Vimos que la fase de cuarto creciente cronometraba una crisis en acción, cuando la energía expansionadora de la relación vital te nía que expresarse tanto como un repudio del pasado (y de los I ac toros ajenos a la relación) como a través de la construcción de agentes, organismos o facultades nuevas y concretas. La fase de cuarto menguante simboliza un momento de crisis en la formulación y también representa el compartir la significación y la valla con otros seres humanos.
En el sentido negativo, sin embargo, esta fase de cuarto menguante es una época de desintegración crucial, un desglose de "tono" de la relación. Este tono es un factor sustentador a través del ciclo, yen cualquier caso su energía gradualmente se agota durante la quincena menguante de la Luna; pero donde la iluminación de la Luna llena se ha recibido positivamente y se ha asimilado por el individuo, aparece una nueva clase de facultad, la facultad de la significación creadora y de un propósito de voluntad consciente. Esa facultad se desarrolla como contrapunto a la energía menguante de los instintos. El "tono" se hace cada vez más débil, pero la energía que proporciona la visión bien fundada y asimilada se extiende al ámbito de la amistad del individuo (o "grupo" espiritual) que, a su vez, sostiene (financiera, social, psicológicamente) al individuo.